José Mansur, vicepresidente.

En Godoy Cruz no funciona nada. Las famosas “cuatro patas” que debe tener cualquier equipo con mínimas aspiraciones fallan. Y el año soñado por la vuelta al Gambarte ya se transformó en una pesadilla.

El lapidario inicio de este 2025 tiene responsables claros: dirigentes, jugadores y cuerpos técnicos. Esta vez, ni siquiera la hinchada se salva del papelón.

La histórica derrota ante Excursionistas en la Copa Argentina marcará un quiebre definitivo. O al menos debería hacerlo. Salvando las distancias, es similar al complejo momento que atraviesa Boca Juniors. Porque desde hace varios meses, el Tomba regala prestigio partido tras partido. Y está vez no hay un Gato Oldrá para apagar el fuego.

Las responsabilidades son compartidas, prácticamente en partes iguales. La comisión que hizo casi todo bien en el pasado, ahora no pega una. Dirigentes enquistados en el poder de un club que sigue creciendo a nivel institucional, pero que se olvidó de la gallina de los huevos de oro: el fútbol profesional.

La soberbia dirigencia perdió la brújula. Nunca demostró demasiada ambición deportiva, pero cada tanto acertaba con algunos refuerzos. Así logró armar equipos competitivos, lo que le permitió despreocuparse de los promedios y hasta clasificar a torneos internacionales. Eso se terminó: los últimos mercados de pases fueron nefastos, con incorporaciones llamativas, que no se pueden considerar refuerzos ya que están muy lejos del nivel que exige la Primera División.

El plantel tiene su gran cuota de responsabilidad. El escándalo de las presuntas apuestas, siempre negado pero nunca aclarado, desarmó el vestuario y se llevó puesto a un ídolo como Oldrá. Hoy no hay líderes capaces de enderezar el barco, los juveniles con buena proyección corren el riesgo de hundirse y los experimentados parecen más preocupados en buscar un bote salvavidas que en ayudar a sacar a flote al Tomba.

Párrafo aparte para el grupo de futbolistas que no están a la altura: la mayoría llegó desde el exterior o desde categorías inferiores y, para sorpresa de nadie, sus rendimientos son paupérrimos. La lista es larga y en cada mercado de pases se agranda.

Esteban Solari solo lleva dos partidos al frente del plantel, tiempo lógicamente insuficiente para evaluar a un cuerpo técnico que ya recibió un golpe de nocaut y perdió mucho crédito por la caída ante un club de la tercera división. Sin dudas, la mayor responsabilidad le cabe a Ernesto Pedernera, que nunca logró armar un equipo confiable y tuvo que dejar el cargo debido a los malos resultados y pésimos desempeños. Mientras, muchos hinchas todavía se preguntan por qué Diego Dabove no está sentado en el banco de suplentes.

Si algo le faltaba a este combo letal, el mal comportamiento de una parte de la hinchada le sumó más problemas al club. El año pasado, la barra provocó destrozos, desmanes, peleas con la Policía y hasta la suspensión de un partido. No hubo grandes castigos y nada cambió. O sí: el fútbol argentino comenzó a hartarse de los líos en la tribuna tombina.

Pero en la popular no se dieron por enterados. Otro partido suspendido, ante Talleres, por agresión al juez de línea fue suficiente para que cayera un pesado castigo, con quita de puntos y varios encuentros a puertas cerradas.

La mala noticia es que al año le quedan diez meses. Si el cambio no es significativo y colectivo, no habrá partidos de Sudamericana ni vuelta a casa que alcancen para salir de un pozo cada vez más profundo.

La buena noticia es que al año le quedan diez meses. Godoy Cruz está a tiempo de intentar revertir el pésimo momento, aunque para ello debe construir consenso interno y lograr una mayor unión de la dirigencia, el cuerpo técnico, el plantel y los hinchas. El Gambarte es la gran ilusión y ese esfuerzo merece otro compromiso de todos.

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