En tiempos en que el fútbol suele medirse en goles, millones y pases precisos, la noticia de que el Club Godoy Cruz construyó en tan solo 60 días una escuela secundaria dentro del Predio de Coquimbito podría parecer un gesto menor, una anécdota de entretiempo. Sin embargo, lo que se levanta allí —en esos 850 metros cuadrados que hoy albergan aulas, duchas, un SUM y salas docentes— es mucho más que ladrillos: es una declaración de principios, un compromiso con el futuro de cientos de jóvenes.

A las ocho de la mañana, quien pase por el predio puede ver a cerca de doscientos chicos entrenando. Son adolescentes con sueños enormes, que lo apuestan todo al fútbol. Pero la estadística es implacable: de esos doscientos, uno, tal vez dos, llegarán a jugar en primera. ¿Y los demás? ¿Qué destino les espera cuando el sueño se diluye entre lesiones, decisiones técnicas o simplemente la realidad?

Godoy Cruz, en un gesto que lo enaltece, respondió a esa pregunta con hechos. La construcción de esta escuela no es un acto simbólico, sino una herramienta concreta para que los jóvenes no sólo se formen como futbolistas, sino como ciudadanos. Porque más allá del resultado en la cancha, la educación sigue siendo el único verdadero ascenso social garantizado.

La frase cobra plena vigencia en este contexto. Al invertir en educación, el club no sólo les da a los chicos la posibilidad de terminar la secundaria, sino también una base desde la cual proyectarse en cualquier ámbito que la vida les depare. Ya no es solo un club formador de talentos deportivos, sino también un formador de personas.

En un país donde muchas veces se debate el rol de las instituciones deportivas, Godoy Cruz da el ejemplo. No se trata únicamente de preparar atletas de alto rendimiento, sino de acompañar el crecimiento integral de los jóvenes. Enseñarles a ganar, sí, pero también a saber perder, a levantarse, a pensar y a elegir.

Construir una escuela en dos meses es una hazaña. Pero más admirable aún es la idea que sostiene ese esfuerzo: la convicción de que ningún sueño debe ser a costa de otro, que querer ser futbolista no debe excluir el derecho a ser estudiante. Y que, gane quien gane, la educación siempre será la gran victoria.

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